El día de hoy como institución Marista celebramos la fiesta mas grande de la congregación en honor a su fundador: San Marcelino Champagnat, pues a 180 años de su muerte, su legado y misión hoy siguen más vigentes que nunca.
Reproducimos el mensaje del Superior General del Instituto Marista, el hermano Ernesto Sánchez Barba:
El 6 de junio festejamos a nuestro Fundador, este año tal vez de manera muy distinta a como lo hacemos comúnmente. Lo celebramos de forma más sencilla y discreta, pero no con menos profundidad y alegría que otras veces. Creo que la ocasión nos mueve a honrar a San Marcelino desde una perspectiva más reflexiva.
En la mayoría de los países donde estamos presentes experimentamos la fuerte pandemia que vive el mundo debido al Covid-19.
Nos entristecen mucho las pérdidas humanas que hemos tenido de varios Maristas de Champagnat, hermanos y laicos, así como de familiares muy cercanos afectados por la enfermedad. Hemos sentido también el dolor de no poder acompañarlos de cerca en sus últimos momentos, ni de celebrar el don de sus vidas durante el funeral. Esto también ha sucedido con relación a nuestros hermanos, laicos o familiares que han fallecido en este tiempo por alguna otra causa.
Por otra parte, es positivo saber que la mayoría de los casos de contagio que hemos tenido han salido adelante y se han recuperado. Nos alegra constatar la entrega y cercanía de quienes se dedican al cuidado de la salud, así como la de todos los que han colaborado apoyando en diversos servicios a la gran mayoría de la población en este período de pandemia y confinamiento.
Y, a la vez, todos nosotros, en las comunidades Maristas, en las familias, hemos experimentado tiempos largos de cuarentena. En esta situación, nos hemos encontrado más de cerca con lo mejor de cada uno de nosotros y, a la vez, con nuestras propias zonas de límite y de vulnerabilidad. Se han reavivado y recuperado algunos valores y buenas prácticas propios de nuestro espíritu de familia. Ha sido la ocasión para comunicarnos de cerca y valorarnos más. Un tiempo para entrar cada uno en su interior, en aquello que lo mueve desde dentro, lo motiva y sostiene. Un espacio de mayor encuentro y contacto con Dios. Y, posiblemente, tampoco habrán faltado momentos de ansiedad, de tristeza o soledad, así como de algún tipo de desencuentro con quienes están a nuestro alrededor…
Valoramos la generosidad y entrega de tantos educadores maristas que realizan creativamente su labor educativa online. Nos alegra saber de grupos de hermanos y laicos que se han puesto al servicio de los más necesitados, en lugares muy pobres, donde las personas podrían estar muriendo quizá no por causa de la pandemia sino por el hambre. Apreciamos también otra serie de iniciativas y acciones que reflejan la fraternidad y solidaridad maristas: apoyos en la propia comunidad, cuidado de nuestros mayores, servicios a la población más cercana, reparto de alimentos, donativos, colaboraciones con Cáritas o la Iglesia local,…
Por otro lado, en varios lugares hemos tenido que cerrar las obras educativas sin tener la posibilidad de ofrecer nuestros servicios, pues no se cuenta con los medios digitales para ello. En muchas partes se va sintiendo cada vez más el impacto económico, al cual deseamos responder de la mejor manera posible y con criterios solidarios.
Durante este tiempo, he pensado en Marcelino en varias ocasiones. No estoy seguro si él habrá vivido algo parecido a una pandemia mundial. Quizás no. Pero me atrevo a pensar que pudo haber vivido algo semejante, o incluso peor, como serían las consecuencias de una revolución o también algunos momentos de gran dificultad que sucedieron en su propia vida y en la del naciente Instituto.
Me pregunto, ¿cuáles serían algunos de esos elementos básicos que a Marcelino le movían para no quedarse paralizado por el miedo, o para no permanecer cómodamente en su zona de confort? Entre otros aspectos, deseo subrayar tres de ellos: su confianza, su audacia, su fraternidad.
- Confianza. Creo que Marcelino, aún en los momentos más difíciles, no dudó ni un instante que su vida y misión eran obra de Dios, obra de María. Nunca se mostró como el protagonista o el autor principal… todo lo refería dando gloria y alabanza al Señor, sintiéndose su servidor. Vivió siempre bajo la protección maternal de María y acudía a Ella con frecuencia. En un momento de crisis, le expresaba: María, esta es tu obra… si perece, no es nuestra obra la que perece, es la tuya, pues tú lo has hecho todo entre nosotros. Contamos, pues, contigo, con tu ayuda poderosa; en ella confiaremos siempre (Cf Vida, p. 96). Su confianza en Ella no se limitaba a sentirla sólo como madre protectora, sino que lo llevaba a imitarla, a buscar responder a Dios al estilo de María. En mi saludo del pasado 25 de marzo, les decía: María del sí, nos anima y acompaña. Como ella, frente a la incertidumbre y el temor, necesitamos la fe, la confianza, la pasión por Dios y por la humanidad, como fundamentos sólidos para ir adelante.
- Audacia. Marcelino fue un hombre que vivió atento para descubrir la voz de Dios a través de los acontecimientos. Aprendió a leer los signos de los tiempos. Y, en oración, buscando en lo profundo de su interior, respondía con valentía. Sabemos que no siempre fue comprendido por todos, siendo criticado más de una vez. Fue audaz para entregarse a la educación y evangelización de los jóvenes, atendiendo con prioridad a aquellos más abandonados, y para fundar un Instituto a su servicio. Animó a los primeros hermanos misioneros para ir más allá de las fronteras incluso a países muy lejanos… La sencillez, la solidaridad, la atención al más pobre y necesitado fueron características que mostró a lo largo de su vida. Su audacia lo llevaba a ser abierto y flexible para dar nuevas respuestas sin quedarse estancado en esquemas prefijados. Se inspiraba en María, siempre atenta para responder y servir, como lo hizo en la Visitación y en Caná.
- Fraternidad. Marcelino, experimentándose muy amado por Dios y llamado para llevar a cabo su obra, nunca quiso caminar solo. Lo hizo siempre construyendo fraternidad. Tuvo la intuición, desde el inicio, de que el testimonio grupal siempre es más potente que el del solo individuo. Fue intrépido para invitar y acompañar a los primeros hermanos, así como para vivir entre ellos dejando de lado la posible vida cómoda de su parroquia. Se lanzó a construir l’Hermitage con muy pocos recursos y se puso manos a la obra a trabajar junto con los hermanos y albañiles. Creyó en la posibilidad de que era más eficaz y llevadera la misión si se llevaba a cabo en comunidad. Y así nos transmitió un gran espíritu de familia. “Cultivar el espíritu de familia forma parte de la visión genuina de Marcelino sobre la fraternidad. Hazlo visible cultivando la apertura y la disponibilidad tanto en la comunidad como en la misión. Ayuda a crear un ambiente donde cada persona reciba el estímulo y la vitalidad que necesite”. (Regla de vida, 55). Nos insistió en formar familia en torno a María, la Buena Madre, como lo hicieron los apóstoles en Pentecostés.
Ante una situación como la que hoy vivimos, ¿cuáles serían algunos elementos clave de nuestro ADN Marista que podrían ayudarnos a salir adelante juntos? ¿Qué me dicen hoy la confianza, la audacia y la fraternidad de Marcelino? Podríamos reflexionarlo cada uno personalmente y también en nuestra comunidad, fraternidad o familia.
Se nos presenta ahora una gran oportunidad, diría yo inédita, para preguntarnos y respondernos sobre el “¿para qué?” de todo esto que vivimos. ¿Somos capaces de escuchar el grito del mundo? ¿Nos sentimos corresponsables para responder a los desafíos sociales, políticos y económicos? ¿Deseamos construir una cultura del encuentro y no favorecer más una cultura del descarte? ¿Asumimos el compromiso con una ecología integral, que aúna el cuidado del entorno y el desarrollo humano como inseparables?
El 14 de mayo, el Papa Francisco nos invitaba a unirnos en oración con todos los creyentes. En su homilía decía: “En noviembre del año pasado, no sabíamos qué era una pandemia: vino como un diluvio, vino de repente. Ahora nos estamos despertando un poco. Pero hay muchas otras pandemias que hacen morir a la gente y no nos damos cuenta, miramos para otro lado. Somos un poco inconscientes ante las tragedias que están sucediendo en el mundo en este momento. (..) ¡Hay muchas! La pandemia de las guerras, del hambre y muchas otras”.
Este 6 de junio, junto con el espacio que daremos a la reflexión y oración, lo celebraremos en comunidad y en familia. Nos uniremos en comunión, como familia global. Los medios de comunicación virtuales nos ayudarán a sentirnos en conexión y a compartir nuestra alegría de manera creativa.
Que la celebración de San Marcelino Champagnat nos anime, como Instituto, a caminar juntos, de la mano de María, aprendiendo del Fundador lo mejor de nuestro ADN Marista.