"Quizá la realidad entera no quepa en 140 caracteres. Pero es un buen comienzo para comenzar a entenderla y abordarla de una manera más activa". Frase de Tony Peraza, quien, a pesar de definirse como alguien de tinta y papel, demostró, con palabras y hechos, que también está hecho de bits y bytes.
La frase se escuchó ayer en el foro marista "La ética en los medios electrónicos". Participaron el cartonista Tony, Juan Carlos Hernández, cofundador de iWantoo e integrante del despacho H. Consultores, y Beatriz Guillermo Vales, directora de Comunicación Interactiva de México.
El eco de este intercambio de ideas aún se podía escuchar hoy… Claro, en las redes sociales. Tony compartió vía Twitter un cartón dibujado especialmente sobre el tema, y los foristas estuvieron bromeando en relación con un comentario de Juan Carlos, en el que calificaba a Tony de troll.
Alguien de los presentes dijo que no, que el cartonista no parecía troll, sino hobbit, pero no había caído en la cuenta a que Juan Carlos se refería "a las persona que publican mensajes provocativos, irrelevantes y fuera de tema en una comunidad en línea", según la definición del término en Wikipedia.
Y así, en un ambiente de fraternidad, relajados, los invitados al foro compartieron ante alumnos y maestros de la Universidad sus experiencias en los medios electrónicos y recordaron anécdotas y vivencias.
La primera en participar fue Beatriz Guillermo, recién egresada de esta institución educativa. Fue precisamente su exposición la que más polémica levantó. Muchas de las nuevas actividades relacionadas con las redes sociales hacen equilibrio, como funambulistas, enuna delgada línea que separa lo que es ético y lo que no.
¿Es correcto ser el 'community manager' de un político y responder sus cuentas en redes sociales como si fuera él? Muchos de los presentes piensan que no. Otros, que sí, pero con ciertas condiciones, como consensuar con la figura pública las respuestas. El tema abrió un debate interesante, y varios de los presentes coincidieron en que sí, hay muchas lagunas, pero los principios tienen las mismas bases, no cambian con el tiempo.
El segundo en participar fue Tony, cuya intervención reproducimos íntegramente al finalizar esta crónica. En la primera fila del público estaba su esposa, Pía, integrante de la nueva generación que dirige la escuela Consuelo Zavala.
Concluyó esta primera etapa Juan Carlos. El ex alumno del CUM y profesor de la Marista mostró a los asistentes una presentación, en la cual destacaba la primera red social: un grupo de neanderthales. Y sí, ese grupo cavernario era muy parecido a uno actual, tal como lo demostró el cofundador de iWantoo, al mostrar al "tuitstar", al "follower", la "sextuitera" y al "forever alone".
El foro continuó después con preguntas del moderador, Pablo Cicero Alonzo, director general de Vinculación de la Universidad, y con interacciones con alumnos y maestros. En esta etapa se recordaron los hechos de violencia ocurridos el 4 de julio, en la hoy llamada "glorieta de la paz", el papel del ciudadano y el presunto poder cívico de los medios electrónicos. Tony y Juan Carlos conincidieron en que aún no se pasa a la acción… "nos quedamos en el desahogo" de sólo decirlo.
Al día siguiente del foro, el mismo Tony denunció vía Twitter un bache frente a la escuela Consuelo Zavala. "Y, en honor a la verdad, respondieron como rayo, como un comando SWAT", nos contó por esta misma vía. Trabajadores de la Comuna repararon la vía.
El foro comenzó a las 6:10 de la tarde, duró hora y media, y se realizó en el salón de usos múltiples "Dr. Jorge Muñoz Rubio".
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Primera intervención de Tony Peraza en el foro "La ética en los medios electrónicos"
Quiero comenzar con una confesión: a pesar de que me gustan las redes sociales, hago un uso muy limitado de ellas. Soy una persona de papel. Nací envuelto con él y hasta cuando navego en el ciberespacio lo hago con la sensación de estar firmemente asido a un barquito hecho con ese material. El cincuenta por ciento o más de mis ideas -es más exacto llamarles ocurrencias- nacen primero en las páginas de mi Moleskine antes de brincar, temerosas, al río del ciberespacio. Nací en el periodismo de papel, me desarrollé como un fetichista de la página que mancha y he percibido desde mi trinchera algunas de las crisis del periodismo impreso, que ahora lucha por su existencia frente al desafío digital.
Esto no sería tan grave, sería incluso heroico, si no fuera porque los medios que han tardado en entender del todo las nuevas plataformas de comunicación, están también luchando por su alma.
Soy un convencido de que la mejor estrategia que puede tener el periodismo para salir fortalecido de este titánico reto es, precisamente, haciendo más y mejor periodismo. Y en el centro de esta línea de acción aparece, desdibujada, la ética.
Cuando la palabra ética aparece en una charla, le profesamos la misma animadversión que le dedicamos a la palabra responsabilidad. Tienen mala prensa. Se les asocia con límites, con amenazas a la libertad. Con candados, topes y mordazas.
La ética, en una interpretación muy libre y personal, sería ese faro invisible, esa luz, esas coordenadas en el horizonte al que hay que voltear a ver cada vez que en nuestras manos está una información delicada. Nos ayuda a evaluar la parcialización de sus datos, la necesaria verificación, el impacto de su publicación, la delgada línea entre lo público y lo privado y todo lo que brote de la conciencia de que esa información tiene un impacto en la comunidad, sea esta local o global. Es responsabilidad, es compromiso, es oficio consciente.
Las redes sociales son entes que nunca conocieron el clóset. No tuvieron una infancia traumática y mamaron libertad con hambre pantagruélica. Rompen cercos informativos, desafían dictaduras y resquebrajan esquemas verticales y autoritarios. Exhiben la lentitud dinosáurica de autoridades y medios convencionales y desnudan los hilos que manejan la administración de la información, tal como la conocemos. Ponen la libertad de expresión en la agenda de los derechos humanos y prueban los límites de la censura convencional.
Personalmente me he sorprendido gratamente por la capacidad de las redes de reinventarse sobre la marcha, de discutirse cotidianamente, de analizar los propios fenómenos que va creando en su desarrollo y hasta de mostrar capacidad de sorpresa por sus alcances. Esto, en el periodismo convencional era -lo es aún- un proceso más tardado, si no es que impensable. Figuras como el Ómbudsman del lector o defensor de las audiencias no es tan popular como quisiéramos y su figura todavía parece un extranjerismo amenazante.
He visto procesos interesantes de autorregulación en las redes sociales. En el lenguaje, por ejemplo. El virus de la escritura con k y la z ha cedido lugar a la escritura que podríamos llamar correcta. Los grupos se forman, crecen, se definen y mientras más amplios se vuelven, predominan los que escriben mejor. Sin censurar, marcan sus diferencias.
Pero, por el otro lado, está el caso del anónimo cobarde, del bulo, del rumor, del trascendido con piel de oveja, de la necesidad de informar más rápido que los demás. Del escándalo nuevecito sepulta al escándalo anterior que hace que un evento envejezca en un abrir y cerrar de tuits. Esto es un fenómeno que conocíamos bien en el reino indisputado de los medios tradicionales, pero que ahora ocurre a velocidad del rayo, fortalecido y exponenciado.
O sea, Una golondrina no hará verano, pero Ninel Conde puede sepultar una primavera árabe.
¿Es inútil el periodismo y su invisible columna vertebral, la ética, en todo este proceso? Muy por el contrario. Las redes sociales, que no son medios de comunicación, se complementan con los medios de comunicación. Se necesitan. Se potencian.
Podemos acordar, al menos provisionalmente, que el periodismo es un ejercicio de duda, de búsqueda, de contexto, de memoria, de aproximaciones sucesivas, y de rectificación. El periodismo bien haría si comenzara por celebrar este gran festival de libertad que las redes ofrecen. Pero sin ceder a las tentaciones facilistas para evadir la crisis que tiene enfrente.
Porque en la realidad de la vida virtual, priva la inmediatez contra la necesidad del contexto. La velocidad por encima de la jerarquización del dato. El vértigo del rumor lucha contra el análisis cuidadoso y sereno. Está extendida la percepción de que cuando el periodismo llega, el chupacabras del sensacionalismo ya le ha ganado algunos kilómetros de carrera.
Quizá la realidad entera no quepa en 140 caracteres. Pero es un buen comienzo para comenzar a entenderla y abordarla de una manera más activa.
Estamos en una situación privilegiada que nos permite aprender mucho del otro a muy corto plazo. Es deseable la multiplicación de esfuerzos conjuntos que apunten hacia la hermanación de las nuevas plataformas con la experiencia del oficio. No deseo que el periodismo se vuelva bloguero por la simple razón de que no le queda de otra, me inclino más a cruzar los dedos para que los blogueros sean más periodistas. La multiplicación de la ética en las redes profesionalizará el ejercicio de éstas, conjurará a los candados que las rondan, tomará poder y empoderará al ciudadano, sea este virtual o real y lo ayudará en su toma de decisiones.
Los lamentables eventos que involucran a las redes son platillos suculentos para las aves de rapiña que buscan hundir sus afiladas garras de censura contra el gorgeo libre. Desean el libertinaje para acotar la libertad. El triunfo de la ética hacia adentro de las redes sociales puede ayudarnos a blindar ese bien preciado.
Personalmente, sueño con el día en que el alegre trino del pájaro tuitero y la aguda mirada del águila periodística se encuentren sin excluirse.
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